Una de las etapas mágicas de nuestras vidas. Aquella donde se nos permite jugar con la imaginación y volar con nuestros sueños. El momento de reírse sin parar y el tiempo donde la equivocación es parte del camino, pero ¿qué pasa después, cuando pensamos que jugar, soñar y equivocarse son cosas de la infancia?
En Manuscritos bajo el mar nos negamos a creer que ese tiempo ya expiró porque nosotras aún seguimos soñando, seguimos jugando y también nos permitimos equivocarnos para crecer.
La infancia fue un momento de construir recuerdos que nos acompañarán toda la vida. Esos aromas familiares que nos harán reconectar con el hogar donde crecimos, los juegos con amigas en la vereda del barrio, las horas dando vueltas en bicicleta alrededor de la manzana.
La literatura siempre nos dejó grandes reflexiones sobre esta hermosa etapa de la vida. El Principito, Mujercitas, Las aventuras de Tom Sawyer, Oliver Twist, Viaje al centro de la tierra y tantísimas obras clásicas que aún hoy siguen acompañando a las nuevas generaciones.
Simone de Beauvoir hizo una gran pregunta: «¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad». El escritor Tom Robbins dijo: «Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz». Por su parte, nuestro querido Antoine de Saint-Exupéry nos aleccionó al comentar: «Los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos».