Un lindo momento para reflexionar sobre la importancia de los amigos en nuestra vida.
En el libro El principito, de Antoine de Saint-Exúpery, encontramos esta hermosa frase: «No era más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.»
Cuando hablamos de un amigo, hablamos de un ser con quien poseemos una conexión especial. Puede ser alguien que conocimos en el trabajo, los estudios, haciendo deporte o en las vacaciones. Hace muchísimo tiempo o tal vez apenas unos meses. No importa dónde ni cuándo, tampoco su origen o su pasado, desde el mismo momento en que decidimos que esa persona es nuestra amiga, se transforma en un ser único y especial. Como el zorro de El principito.
¿Y de qué se trata ser amigo de alguien? Compartir alegrías y tristezas, triunfos y derrotas, momentos divertidos y otros oscuros. Es ponerse feliz cuando a mi amigo le salen las cosas bien; preocuparse si está enfermo; ayudarlo si tiene un problema; darle un abrazo si está triste; apoyarlo en sus decisiones, pero aconsejándolo en cada paso. Un amigo está ahí siempre, aunque no nos veamos seguido o vivamos lejos. Nos entiende con un gesto, una mirada. A veces las palabras sobran y la presencia es suficiente para sentirnos reconfortados. Otras, la necesidad de hablar salta a borbotones como un caudal infinito y las horas pasan en una charla sin fin.
La amistad tiene ese componente mágico de saberse conectados a la distancia. Pensás en tu amigo y ¡zas!, recibís un mensaje suyo. Como hacer prestidigitación. También es incondicional, nunca pide nada a cambio ni espera una retribución. Y como si todo eso fuera poco, es una fuente inagotable de energía positiva que nos empuja hacia adelante y nos hace mejores personas. Tener un amigo es tener el mayor de los tesoros.