Comienzan los días más largos, las ganas de disfrutar al aire libre y vestirnos de colores.
¿Qué es eso tan loco que nos genera el cambio de estación? El renacer de la naturaleza con los pájaros cantándole a la vida y los árboles reverdeciendo mágicamente. La explosión de flores y aromas, el sol que brilla con más fuerza y nos entibia la piel, volver a usar prendas ligeras… Esos son algunos de los motivos por lo cuales la primavera es tan especial.
Pero hay otros, menos visibles, más íntimos. ¿Alguna vez indagaron en su interior? ¿Acaso no sienten una especie de alegría fugaz con la llegada de la primavera? Es porque nuestro ser también renace, el alma rejuvenece y sentimos un tamborcito que nos vibra en el interior y parece decirnos «vivamos la vida, seamos felices».
No por nada con el inicio de la primavera se festeja el Día del Estudiante. Y de repente, todos nos sentimos un poco más jóvenes, un poco más alegres, un poco más lanzados. Queremos salir, respirar el aire puro, sentir la energía de los rayos del sol, reírnos, celebrar la vida porque sí.
Pero no todo es poesía. La ciencia también explica estas sensaciones de manera más técnica: el aumento de las horas de luz determina la reducción progresiva de melatonina, hormona reguladora del sueño; en consecuencia, el físico se despierta y pasa de una fase de acumulación a otra de consumo, así, el organismo trabaja más favoreciendo la pérdida de peso. Si a eso le sumamos los beneficios del sol primaveral que estimula la producción de hormonas fundamentales para la masa muscular y también de la vitamina D.
De sensaciones metafísicas a explicaciones científicas, la primavera nos recuerda que siempre hay una nueva oportunidad. Que podemos resurgir de la oscuridad y volvernos un arcoíris lleno de vitalidad. Porque de eso se trata la vida, de explorar oportunidades, de ser felices y hacer felices a los demás, como dijo Mary Shelley alguna vez: «Vive, y sé feliz, y haz que los demás lo sean».
¡Feliz Primavera! ¡Feliz vida!